RISA CARNAVALESCA

Concepción de la risa en la Antigüedad y en la Edad Media. La cultura de la risa popular festiva y el espíritu carnavalesco frente a la seriedad oficial y herencia moderna del sentido trágico griego.

RISA Y CULTURA

En cualquier cultura, la risa queda condicionada por normas específicas sobre cómo y cuándo puede expresarse, y por los motivos de los actores concretos, según los significados y valores de la sociedad. Ciertos usos del humor y de la risa pueden también institucionalizarse o volverse más comunes en una sociedad concreta, en un grupo o en un entorno, ya sea por sencillo accidente histórico, o para obtener algún efecto especialmente deseable. Una cultura que reconoce los beneficios de la risa podría fomentar también el empleo del humor por estos motivos. De hecho, este es el sentido que el psicólogo William Fry atribuye, por ejemplo, a los festivales de invierno que son habituales en sociedades que habitan las zonas del planeta con inviernos largos y oscuros (Fry, 2004).

La risa es un signo elemental e inequívoco de lo sagrado de la vida ante el mundo del trabajo, la discordia o la racionalidad profanas. Las civilizaciones y culturas tienden a volcarse hacia estas dimensiones, auspiciando el sentido serio de la vida. Sin embargo, siempre desde adentro o desde afuera de ellas mismas, renace la risa y el sentido del humor, el sentido festivo del mundo, como principio eufórico fundamental e inexcusable de la vida.

Las culturas y literaturas del mundo conceden, pues, en mayor o menor medida, un espacio a este rasgo fundamental y elemental de la vida. Ciertamente son las culturas y literaturas folklóricas, más profundamente ceñidas a las sabidurías de los pueblos, las que le han concedido mayor espontaneidad, presencia y estimación (cfr. R. Menéndez Pidal, “Humor en literatura y arte”, en “Gran enciclopedia del mundo”1972).

CONSIDERACIONES ETIMOLÓGICAS DE LA RISA

En el Antiguo Testamento se establece una diferencia entre dos formas de risa, por lo que podemos suponer que existía una distinción en su uso habitual. En la lengua hebrea hay dos palabras distintas para marcar esta diferencia. La palabra ‘sakhaq’ que significaba ‘risa feliz’, ‘desenfrenada’ e ‘iaag’ que hacía referencia a la ‘risa burlona’, ‘denigrante’
De este modo hay una risa buena, feliz, que se relaciona con la alegría y el placer, y una risa burlona, desenfrenada, mediante la que el poderoso se ríe del débil, el triunfador del perdedor y el sano del enfermo: Ambas significaciones tuvieron tanto en hebreo como en griego palabras diferenciadas.

En griego, las palabras para designar ‘risa’ son "γελάω"(gelao)y "καταγελάω"(katagelao), la primera se utiliza fundamentalmente para el “reír de alegría”, de hecho es el mismo verbo que se utiliza para ‘brillar’ y ‘resplandecer de alegría’; en cambio la última se usaba principalmente para la risa en su aspecto negativo, denigrante, aludía a ‘reírse de alguien’ o ‘burlarse de algo o alguien’. En griego se utiliza el prefijo ‘κατα’ (cata) para hacer referencia a las cosas que van cayendo, lo que va de arriba abajo, lo que se subvierte y se utiliza cuando las cosas quedan invertidas o dadas la vuelta, tal es el caso de ‘catástrofe’, ‘ςτρωφάω’ (strofao) es girar, voltear, volver, y ‘κατα’ (cata) de arriba para abajo, cuando todo queda girado al revés.
Cuando se habla de la primera, tenemos la risa en su vertiente feliz, alegre; en cambio cuando lo que brilla es subvertido ‘καταγελάω’ (katagelao) y queda al revés podemos decir que tenemos la risa denigrante, humillante, hiriente. Esta posible interpretación etimológica, guarda una ideología, como si la verdadera naturaleza de la risa para los griegos era de matiz positivo, asociada con la alegría y sólo si ese orden era subvertido, la risa cobraba el sesgo negativo.

Nosotros heredamos la palabra risa del latín ‘rīsŭs’,y tenemos que distinguir entre ‘risa positiva’ y ‘risa negativa’.
La palabra “sǔbrīdēre“(sonreír) se difundió aunque no sin dificultades. Durante mucho tiempo ‘subrīsŭs’ no significó ‘sonreír’, sino ‘reírse para sus adentros’, o ‘risa secreta’. Se convirtió en ‘sonrisa’ cuando cambiaron los valores y comportamientos (quizás en el Siglo XII), por eso cabe pensar que la sonrisa fue una creación medieval (Le Goff, 1994).

LA RISA EN EL ESPÍRITU TRÁGICO GRIEGO

En el origen de las creencias y mitologías predominantes de Occidente se situó el culto a los héroes a través de la seriedad de la tragedia griega, donde no hay lugar para el sentido del humor.

Una de las referencias a la risa más antiguas se encuentra en un fragmento atribuido a Heráclito(h.536 - h.470 a.C.) “No conviene ser tan ridículo hasta que tu mismo parezcas ridículo”.

En Grecia, en general, la risa fue entendida(McFadden)dentro de la conducta cómica, como un ethos humano, tal como lo usaron Platón y Aristóteles.

La teoría de Platón (h. 428-347 a.C.) vinculada a la risa, desarrolla la idea de Sócrates: lo cómico genera un sentimiento mixto en el alma, en el que se funden el placer y el dolor. Lo ridículo consiste esencialmente en una negación del precepto conócete a ti mismo, lo que implica una carencia de autoconocimiento; propone tres maneras generales por las cuales las personas a pueden hacer el ridículo: por extravagancia, por vanidad personal o pensando que son más sabios de lo que realmente son.
La risa debe ser limitada por la razón.

Aristóteles, cita a un amigo de Zenón que dice: “Sé alegre así puedes ser serio”. Otra sentencia proclamaba “Moderación en la risa y en el vino”. En la Retórica citando a Gorgias, uno de los más famosos sofistas, refiere que este decía que “se debe matar la seriedad del oponente con las bromas y sus chistes con seriedad”.
Aristóteles reconoce un principio estético en la risa, señala la diferencia entre la comedia injuriosa y la adecuada; lo risible es una subdivisión de lo feo, es como un defecto, malformación o fealdad, pero no lo relaciona con el sufrimiento como Platón. "Los que se exceden en sus gracias aparecen como bufones y vulgares, perseveran en sus chistes a toda costa, tratando más de provocar risa que de decir lo correcto y evitar sufrimiento a sus víctimas. Pero aquellos que no dicen nunca cosas graciosas y que se fastidian con quienes lo hacen parecen ser salvajes y rígidos. Mas aquellos cuyos chistes son de buen gusto son llamados ingeniosos por ser inteligentes y vivaces.”

En su Ética a Nicómaco, un análisis de la relación del carácter, la virtud y la inteligencia con la felicidad, en la que se basa la ética occidental y el emsnaje bíblico judeocristiano. En ella dice que lo serio era lo rector de la vida y que lo cómico constituía una deficiencia moral o estética, que la mayoría de las personas experimentan más placer del debido en la diversión y las bromas, y que éstas son una forma de injuria, que los legisladores debieran prohibir. “Ahora bien,la risa es una forma de engaño y desconcierto lo que nos coge desprevenidos tiende a engañarnos, y esto es también lo que origina la risa” La ironía para Aristóteles tendría un aspecto despreciativo y otro útil, él conocía el valor que el humor y la risa tenían en la oratoria, sabía que podía conquistar y provocar pasiones.
En su “Poética”, donde se propuso definir las características de la tragedia, terminó diciendo que lo que incitaba a la risa era lo “feo y deforme”. Los griegos descubrieron reírse a costa de los defectos ajenos.

Frente a este espíritu trágico, cabe destacar a Aristófanes(h.445-h.386 a.C.), escritor de comedias y maestro de la cultuara cómica popular.

LA SERIEDAD MEDIEVAL

En el siglo IV, Basilio, obispo de Cesarea y fundador del modelo conventual cristiano, prohibió de modo terminante reír a carcajadas. La risa no entraba en el plan de la redención cristiana. Era algo propio de los condenados “El Señor ha condenado a los que ríen en esta vida".Juan Crisóstomo, patriarca de Constantinopla (354-407), aventuró una afirmación que sería capital en el pensamiento medieval: Cristo nunca había reído. Agustín, obispo de Hipona(356-430), hizo una censura que repetirán todos los moralistas medievales: apoyar a los histriones equivale a sacrificar al demonio.
En las primeras Reglas Monásticas del Siglo V, las referencias a la risa se encuentran en el capítulo dedicado al silencio. En las Taciturnitas se lee: “La forma más terrible y obscena de romper el silencio es la risa, si el silencio es virtud existencial y fundamental de la vida monástica, la risa es gravísima violación”.

A partir del Siglo VI, abandonado el ámbito del silencio, San Benito de Nursia, patriarca del monasticismo occidental, fundador de la orden de los benedictinos, y el primero en concebir todo el cristianismo como una religión monacal (480-547), la ubica como algo contrario a la humildad y caridad cristiana. En el Siglo VI, en la Regula Magistri, en el capítulo en donde se hace referencia al cuerpo humano, se menciona a la risa: “Cuando la risa está por estallar hay que prevenir, sea como sea, que se exprese. Entre todas las formas malignas de expresión, la risa es la peor.”

Esta recreación de la tradición antigua en la Europa medieval eran los fundamentos de un orden religioso y político particular: una civilización material conducida monolíticamente por las autoridades de la Iglesia, donde se consideró necesario excluír en mayor o menor grado las formas de irreverencia vinculadas al humor. Se estaba construyendo la seriedad que debió infundir el temor y la intimidación que dominaron en la Edad Media. En el siglo XIII se realizaron intentos notables por desterrar, muchas veces sin resultado, los rasgos desenfadados del humor popular encarnado especialmente en los juglares. Estos fueron censurados por papas, reyes y concilios (Bonifacio VIII, Alfonso X El Sabio y las “Partidas”, IV Concilio de Letrán, etc). Los juglares fueron el eco de la propia vida del pueblo, con su libertad, agudeza y alegría.

En el fondo, el espíritu oficial medieval debió enfrentarse con las fuerzas singulares de la cultura cómica popular y sus representaciones carnavalescas de mimos, danzaderas o juglares. Las disposiciones canónicas no hacían sino resaltar la vida real cómica del pueblo. Hasta los clérigos hacían de juglares y mimos. Los sermones jocosos eran una realidad en Toledo en el siglo XV (Concilio de Toledo de 1473).Tomás de Aquino debió conceder cierta licencia a los histriones con tal de moderar sus gestos y palabras(Suma Teológica ). ¿Más ello sería posible? Los juglares tenían otros referentes culturales que el de los doctores medievales.

Hasta el fin de la Edad Media el espíritu alegre y regocijado del pueblo debió ser contenido por las autoridades. En 1496 una ley de la Nueva Recopilación de Castilla prohibió “decir ni cantar, de noche ni de día, por las calles ni plazas, ni caminos, ningunas palabras sucias ni deshonestas, que comúnmente llaman ´pullas´...”

UMBERTO ECO: LA CONEXIÓN MEDIEVAL

Aristóteles en su Poetica nos dice que hablará en su segundo libro de la risa y de la comedia ya que el primero lo dedicará a la tragedia, pero este segundo libro nunca ha llegado hasta nosotros, quizá nunca se escribió, se perdió...

Aristóteles y Platón son los dos filósofos que más influyeron a la cultura occidental, pero sobre todo Aristóteles, fundamentalmente con el reingreso de sus obras en Europa, traducidas en los monasterios. Umberto Eco, un medievalista reconocido, escribió en "El nombre de la rosa" (en el diálogo final entre Guillermo de Baskerville y Jorge el bibliotecario ciego, cuando el primero descubre las verdades que escondía el laberinto y la torre de la biblioteca,y el segundo libro de la Poética de Aristóteles):
“- Hay muchos otros libros que hablan de la comedia, y también muchos otros que
contienen el elogio de la risa. ¿Porqué este te infundía tanto miedo?
- Porqué era del Filósofo. Cada libro escrito por ese hombre ha destruido una parte del saber que la cristiandad había acumulado a lo largo de lo siglos....
- ¿Por qué temes tanto a este discurso sobre la risa? No eliminas la risa eliminando este libro.
- No, sin duda. La risa es la debilidad, la corrupción, la insipidez de nuestra carne. Es la distracción del campesino, la licencia del borracho... la risa sigue siendo algo inferior, amparo de los simples, misterio vaciado de sacralidad para la plebe... Pero aquí, aquí... –y Jorge golpeaba la mesa con el dedo, cerca del libro que Guillermo había estado hojeando- aquí se invierte la función de la risa, se la eleva a arte... La risa libera al aldeano del miedo al diablo, porque en la fiesta de los tontos también el diablo parece pobre y tonto, y, por tanto, controlable. Cuando ríe... el aldeano se siente amo porque ha invertido las relaciones de dominación... la risa sería el nuevo arte capaz de aniquilar el miedo... Y este libro, que presenta como milagrosa medicina a la comedia, a la sátira y al mimo, afirmando que pueden producir la purificación de las pasiones a través de la representación del defecto, del vicio, de la debilidad, induciría a los falsos sabios a tratar de redimir (diabólica inversión) lo alto a través de la aceptación de lo bajo
.”

CULTURA POPULAR Y ESPÍRITU CARNAVALESCO. LA RISA FESTIVA

El mundo infinito de las formas y manifestaciones de la risa se oponía a la cultura oficial, al tono serio, religioso y feudal de la época. Dentro de su diversidad, estas formas y manifestaciones -las fiestas públicas carnavalescas, los ritos y cultos cómicos, los bufones y "bobos", gigantes, enanos y monstruos, payasos de diversos estilos y categorías, la literatura paródica, vasta y multiforme, etc.-, poseen una unidad de estilo y constituyen partes y zonas únicas e indivisibles de la cultura cómica popular, principalmente de la cultura carnavalesca. (La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento. Mijail Bajtin)

Las múltiples manifestaciones de esta cultura pueden subdividirse en tres grandes categorías:
1) Formas v rituales del espectáculo (festejos carnavalescos, obras cómicas representadas en las plazas públicas, etc.);
2) Obras cómicas verbales(incluso las parodias) de diversa naturaleza: orales y escritas, en latín o en lengua vulgar;
3) Diversas formas y tipos del vocabulario familiar y grosero (insultos, juramentos, lemas populares, etc.).
Estas tres categorías, que reflejan en su heterogeneidad un mismo aspecto cómico del mundo, están estrechamente interrelacionadas y se combinan entre sí.

Aristóteles señalaba las siguientes razones del efecto cómico:
- Hay violación de una regla. Código o comportamiento.
- El que transgrede lo hace desde un carácter picaresco o animalesco.
- El que contempla la violación sufre una catarsis en sus pasiones y afectos.
- Se establece una compenetración entre el personaje que viola lo establecido.
- Se disfruta de la violación de la regla y su carácter grotesco.
- Que el código pueda ser violentado produce un placer simbólico.

Esta descripción conecta con lo carnavalesco. En el Carnaval no preocupan las reglas, es un mundo al revés, se libera el temor impuesto por la exigencia de los códigos, se experimenta un libertad por el comportamiento diabólico; la máscara traslada a la risa la dificultad de vivir y ridiculiza la cultura oficial de la seriedad, se transgrede y no hay sentimiento de culpa ni remordimiento. Este es el espíritu del Carnaval medieval, el contemporáneo es sólo espectáculo, como negocio de espectáculo y carnavalización de la vida.

Conectada la vida con el carnaval, el paso siguiente es ligarnos a la fiesta, con ella la sociedad se libera de las normas impuestas, se burla de sus dioses, principios y normas, se niega a sí misma (Octavio Paz).

La fiesta como exceso, como desperdicio ritual. La fiesta es el advenimiento de lo insólito, son días de excepción, tiene una lógica, una moral que invierte la del resto de los días; es el caos original, desaparece la noción de orden; todo se ridiculiza, se invierten los términos, se unen los contrarios, se niega la sociedad como conjunto ordenado de normas y se afirma la creatividad y energía como fuerzas liberadoras.

Esta inversión subvierte el orden existente o crea una parodia ridícula de él, establece un mundo al revés, para ello la máscara es fundamental, el otro de sí mismo. Es una liberación de los instintos vitales que produce una catarsis, calma las frustraciones de la vida cotidiana, lleva a un equilibrio simbólico. La risa carnavalesca y cómica crea un igualdad social simbólica con mundos utópicos sin jerarquías sociales, es el retorno al paraíso original, que se da al violarse lo establecido y lo prohibido. Sin ley que transgredir no hay risa ni carnaval.

Eco expone dos características del carnaval: la ley tiene que ser tan profunda que debe estar presente en el momento de la violación y el momento de carnavalización debe ser muy breve y una vez al año (aunque en muchas ciudades llegaban a durar tres meses); esta es la vitalidad del carnaval medieval, la fiesta del asno, la coronación del tonto, el risus paschalis... se gozan porque durante el resto del año todas las fiestas son actividades serias, respetuosas y pomposas.

Los festejos del carnaval, con todos los actos y ritos cómicos que contienen, ocupaban un lugar muy importante en la vida del hombre medieval. Además de los carnavales propiamente dichos, que iban acompañados de actos y procesiones complicadas que llenaban las plazas y las calles durante días enteros, se celebraban también la "fiesta de los bobos" (Testa stultorum)(ver Fêtes de Fous, en SABIOS TONTOS) y la "fiesta del asno"; existían también una "risa pascual" (risus paschalis) muy singular y libre, consagrada por la tradición. Además, casi todas las fiestas religiosas poseían un aspecto cómico popular y público, consagrado también por la tradición. Es el caso, por ejemplo, de las "fiestas del templo", que eran seguidas habitualmente por ferias y por un rico cortejo de regocijos populares (durante los cuales se exhibían gigantes, enanos, monstruos, bestias "sabias", etc.). La representación de los misterios acontecía en un ambiente de carnaval. Lo mismo ocurría con las fiestas agrícolas, como la vendimia, que se celebraban asimismo en las ciudades. La risa acompañaba también las ceremonias y los ritos civiles de la vida cotidiana: así, los bufones y los "tontos" asistían siempre a las funciones del ceremonial serio, parodiando sus actos (proclamación de los nombres de los vencedores de los torneos, ceremonias de entrega del derecho de vasallaje, de los nuevos caballeros armados, etc.). Ninguna fiesta se desarrollaba sin la intervención de los elementos de una organización cómica; así, para el desarrollo de una fiesta, la elección de reinas y reyes de la "risa".

Todos estos ritos y espectáculos organizados a la manera cómica, presentaban una diferencia notable, una diferencia de principio, podríamos decir, con las formas del culto y las ceremonias oficiales serias de la Iglesia o del Estado feudal. Ofrecían una visión del mundo, del hombre y de las relaciones humanas totalmente diferente, deliberadamente no-oficial, exterior a la Iglesia y al Estado; parecían haber construido, al lado del mundo oficial, un segundo mundo y una segunda vida a la que los hombres de la Edad Media pertenecían en una proporción mayor o menor y en la que vivían en fechas determinadas. Esto creaba una especie de dualidad del mundo, y creemos que sin tomar esto en consideración no se podría comprender ni la conciencia cultural de la Edad Media ni la civilización renacentista.

Las fiestas oficiales de la Edad Media (tanto las de la Iglesia como las del Estado feudal) no sacaban al pueblo del orden existente, ni eran capaces de crear esta segunda vida. Al contrario, contribuían a consagrar, sancionar y fortificar el régimen vigente. La fiesta oficial miraba sólo hacía atrás, hacia el pasado, del que se servía para consagrar el orden social presente. La fiesta oficial, incluso a pesar suyo a veces, tendía a consagrar la estabilidad, la inmutabilidad y la perennidad de las reglas que regían el mundo: jerarquías, valores, normas y tabúes religiosos, políticos y morales corrientes.

A diferencia de la fiesta oficial, el carnaval era el triunfo de una especie de liberación transitoria, más allá de la órbita de la concepción dominante, la abolición provisional de las relaciones jerárquicas, privilegios, reglas y tabúes. Se oponía a toda perpetuación, a todo perfeccionamiento y reglamentación, apuntaba a un porvenir aún incompleto. En las fiestas oficiales las distinciones jerárquicas se destacaban apropósito, cada personaje se presentaba con las insignias de sus títulos, grados y funciones y ocupaba el lugar reservado a su rango. Esta fiesta tenía por finalidad la consagración de la desigualdad, a diferencia del carnaval en el que todos eran iguales y donde reinaba una forma especial de contacto libre y familiar entre individuos normalmente separados en la vida cotidiana por las barreras infranqueables de su condición, su fortuna, su empleo, su edad y su situación familiar. Este contacto libre y familiar era vivido intensamente y constituía una parte esencial de la visión carnavalesca del mundo.

La dualidad en la percepción del mundo y la vida humana ya existían en el estadio anterior de la civilización primitiva. En el folklore de los pueblos primitivos se encuentra, paralelamente a los cultos serios (por su organización y su tono) la existencia de cultos cómicos, que convertían a las divinidades en objetos de burla y blasfemia; paralelamente a los mitos serios, mitos cómicos e injuriosos; paralelamente a los héroes, sus sosías paródicos.

Pero en las etapas primitivas, dentro de un régimen social que no conocía todavía ni las clases ni el Estado, los aspectos serios y cómicos de la divinidad, del mundo y del hombre eran, según todos los indicios, igualmente sagrados e igualmente, podríamos decir, "oficiales". Este rasgo persiste a veces en algunos ritos de épocas posteriores. Así, por ejemplo, en la Roma antigua, durante la ceremonia del triunfo, se celebraba y se escarnecía al vencedor en igual proporción; del mismo modo, durante los funerales se lloraba (o celebraba) y se ridiculizaba al difunto. Pero cuando se establece el régimen de clases y de Estado, se hace imposible otorgar a ambos aspectos derechos iguales, de modo que las formas cómicas -algunas más temprano, otras más tarde-, adquieren un carácter no oficial, su sentido se modifica, se complica y se profundiza, para transformarse finalmente en las formas fundamentales de expresión de la cosmovisión y la cultura populares.

El principio cómico que preside los ritos carnavalescos los exime completamente de todo dogmatismo religioso o eclesiástico, del misticismo, de la piedad, y están por lo demás desprovistos de carácter mágico o encantatorio (no piden ni exigen nada). Más aún, ciertas formas carnavalescas son una verdadera parodia del culto religioso. Todas estas formas son decididamente exteriores a la Iglesia y a la religión. Pertenecen a una esfera particular de la vida cotidiana.

El carnaval es la segunda vida del pueblo, basada en el principio de la risa. Es su vida festiva. La fiesta es el rasgo fundamental de todas las formas de ritos y espectáculos cómicos de la Edad Media. Todas esas formas presentaban un lazo exterior con las fiestas religiosas. Incluso el carnaval, que no coincidía con ningún hecho de la vida sacra, con ninguna fiesta santa, se desarrollaba durante los últimos días que precedían a la gran cuaresma (de allí los nombres franceses de Mardi gras o Caremeprenant y, en los países germánicos, de Fastnacht. La cuaresma y la prohibición de comer carne (carnem levare=carnaval?.La línea genética que une estas formas a las festividades agrícolas paganas de la Antigüedad, y que incluyen en su ritual el elemento cómico, es más esencial aún.

Precedentes:
a) Las Bacanalia (tres días para conmemorar la primavera) en honor a Baco/Dionisos. Se bebía vino y se proclamaba la alegría de vivir. Un cortejo sacaba a Dionisos sobre un carro en forma de barco “carrus navalis”(=carnaval?) Su lema era “no considerar nada vetado a la moral”
b) Las Lupercalia (15 febrero en homenaje al dios Pan y Fauno) se celebraba el goce de la vida a través del pene y la vagina que, en unión erótica y mística, reproducía continuamente el flujo vital.
c) Las Saturnalia (17 diciembre, en honor Saturno, símbolo de la edad de oro, igualdad y fraternidad) Su rey era un personaje disfrazado de sátiro que actuaba como emperador durante el festival, invirtiendo el orden establecido.

Las fiestas carnavalescas medievales están situadas en las fronteras entre el arte y la vida. En realidad es la vida misma, presentada con los elementos característicos del juego. El carnaval no era una forma artística de espectáculo teatral, sino más bien una forma concreta de la vida misma, que no era simplemente representada sobre un escenario, sino vivida en la duración del carnaval. Los espectadores no asisten al carnaval, sino que lo viven, ya que el carnaval está hecho para todo el pueblo. Durante el carnaval no hay otra vida más que la del carnaval. Es imposible escapar, porque el carnaval no tiene ninguna frontera espacial. En el curso de la fiesta sólo puede vivirse de acuerdo a sus leyes, es decir de acuerdo a las leyes de la libertad. El carnaval posee un carácter universal, es un estado peculiar del mundo: su renacimiento y su renovación en los que cada individuo participa. Esta es la esencia misma del carnaval, y los que intervienen en el regocijo lo experimenten vivamente.

Los bufones y payasos son los personajes característicos de la cultura cómica de la Edad Media. En cierto modo, los vehículos permanentes y consagrados del principio carnavalesco en la vida cotidiana. No eran actores que desempeñaban su papel sobre el escenario, sino que seguían siendo bufones y payasos en todas las circunstancias de su vida. Se situaban en la frontera entre la vida y el arte (en una esfera intermedia), ni personajes excéntricos o estúpidos ni actores cómicos.

Esta eliminación provisional, a la vez ideal y efectiva, de las relaciones jerárquicas entre los individuos, creaba en la plaza pública un tipo particular de comunicación inconcebible en situaciones normales. Se elaboraban formas especiales del lenguaje y de los ademanes, francas y sin constricciones, que abolían toda distancia entre los individuos en comunicación, liberados de las normas corrientes de la etiqueta y las reglas de conducta. Esto produjo el nacimiento de un lenguaje carnavalesco típico.

Todas las formas y símbolos de la lengua carnavalesca se caracterizan principalmente por la lógica original de las cosas "al revés" y "contradictorias", de las permutaciones constantes de lo alto y lo bajo (la "rueda") del frente y el revés, y por las diversas formas de parodias, inversiones, degradaciones, profanaciones, coronamientos y derrocamientos bufonescos. La segunda vida, el segundo mundo de la cultura popular se construye en cierto modo como parodia de la vida ordinaria, como un "mundo al revés".

Esta lengua carnavalesca fue empleada por Rabelais, también, en manera y proporción diversas, por Erasmo, Shakespeare, Cervantes, Lope de Vega, Tirso de Molina, Guevara y Quevedo; y también por la "literatura de los bufones alemanes" (Narrenliteratur), Hans Sachs, Fischart, Grimmelshausen y otros.

Una clave importante de la risa en la fiesta popular es que escarnece a los mismos burladores. El pueblo no se excluye a sí mismo del mundo en evolución. También él se siente incompleto; también él renace y se renueva con la muerte.

Esta es una de las diferencias esenciales que separan la risa festiva popular de la risa puramente satírica de la época moderna. El autor satírico que sólo emplea el humor negativo, se coloca fuera del objeto aludido y se le opone, lo cual destruye la integridad del aspecto cómico del mundo; por lo que la risa popular ambivalente expresa una opinión sobre un mundo en plena evolución en el que están incluidos los que ríen.

Esta risa festiva tiene un carácter utópico, es igualitaria, su cosmovisión va dirigida contra toda concepción de superioridad.

CULTURA POPULAR MEDIEVAL ORAL Y ESCRITA

Las obras verbales en latín y en lengua vulgar están imbuidas de la cosmovisión carnavalesca, utilizaban ampliamente la lengua de las formas carnavalescas, se desarrollaba al amparo de las osadías legitimadas por el carnaval y en la mayoría de los casos estaban ligadas a los regocijos carnavalescos, cuya parte literaria solía representar. En esta literatura, la risa era ambivalente y festiva. A su vez era una literatura festiva y recreativa, típica de la Edad Media.

La influencia de la cosmovisión carnavalesca sobre la concepción y el pensamiento de los hombres, era radical: les obligaba a renegar en cierto modo de su condición oficial (como monje, clérigo o sabio) y a contemplar el mundo desde un punto de vista cómico y carnavalesco. No sólo los escolares y los clérigos, sino también los eclesiásticos de alta jerarquía y los doctos teólogos se permitían alegres distracciones durante las cuales se desprendían de su piadosa gravedad, como en el caso de los "juegos monacales" (Joca monacorum), título de una de las obras más apreciadas de la Edad Media. En sus celdas de sabio escribían tratados más o menos paródicos. Y obras cómicas en latín.

La literatura latina paródica o semi-paródica está enormemente difundida. Poseemos una cantidad considerable de manuscritos en los cuales la ideología oficial de la Iglesia y sus ritos son descritos desde el punto de vista cómico.

Una de las obras más antiguas y célebres de esta literatura, La Cena de Cipriano (Coena Cypriani), invirtió con espíritu carnavalesca las Sagradas Escrituras (Biblia y Evangelios). Esta parodia estaba autorizada por la tradición de la risa pascual (risus paschalis) libre; en ella encontramos ecos lejanos de las saturnales romanas. Otra obra antigua del mismo tipo, Vergilius Maro grammaticus, es un sabihondo tratado semiparódico sobre la gramática latina, como también una parodia de la sabiduría escolástica y de los métodos científicos de principios de la Edad Media. Estas dos obras inauguran la literatura cómica medieval en latín y ejercen una influencia preponderante sobre sus tradiciones y se sitúan en la confluencia de la Antigüedad y la Edad Media. Su popularidad ha persistido casi hasta la época del Renacimiento. Como consecuencia, surgen dobles paródicos de los elementos del culto y el dogma religioso. Es la denominada parodia sacra, uno de los fenómenos más originales y menos comprendidos de la literatura medieva.

Sabemos que existen numerosas liturgias paródicas (Liturgia de los bebedores, Liturgia de los jugadores, etc.), parodias de las lecturas evangélicas, de las plegarias, incluso de las más sagradas (como el Padre Nuestro, el Ave María, etc.), de las letanías, de los himnos religiosos, de los salmos, así como imitaciones de las sentencias evangélicas, etc. Se escribieron testamentos paródicos, resoluciones que parodiaban los concilios, etc. Este nuevo género literario casi infinito, estaba consagrado por la tradición y tolerado en cierta medida por la Iglesia. Había una parte escrita que existía bajo la égida de la "risa pascual" o "risa navideña" y otra (liturgias y plegarias paródicas) que estaba en relación directa con la "fiesta de los tontos" y era interpretada en esa ocasión.

Además, existían otras variedades de la literatura cómica latina, como, por ejemplo, las disputas y diálogos paródicos, las crónicas paródicas, etc. Sus autores debían poseer seguramente un cierto grado de instrucción -en algunos casos muy elevado-. Eran los ecos de la risa de los carnavales públicos que repercutían en los muros de los monasterios, universidades y colegios.

La literatura cómica latina de la Edad Media llegó a su apoteosis durante el apogeo del Renacimiento, con el Elogio de la locura de Erasmo (una de las creaciones más eminentes del humor carnavalesca en la literatura mundial) y con las Cartas de hombres oscuros (Epistolae obscurorum virorum).
La literatura cómica en lengua vulgar era igualmente rica y más variada aún. Encontramos en esta literatura escritos análogos a la parodia sacra: plegarias paródicas, homilías (denominados sermones alegres en Francia), canciones de Navidad, leyendas sagradas, etc. Sin embargo, lo predominante eran sobre todo las parodias e imitaciones laicas que escarnecen al régimen feudal y su epopeya heroica.
Es el caso de las epopeyas paródicas de la Edad Media que ponen en escena animales, bufones, tramposos y tontos; elementos de la epopeya heroica paródica que aparecen en los cantators, aparición de dobles cómicos de los héroes épicos (Rolando cómico), etc. Se escriben novelas de caballería paródicas, tales como La mula sin brida y Aucassin y Nicolette.

Se desarrollan diferentes géneros de retórica cómica- varios "debates" carnavalescos, disputas, diálogos, "elogios" (o "ilustraciones"), etc. La risa carnaval replica en las fábulas y en las piezas líricas compuestas por vaguants (escolares vagabundos).Los milagros y moralejas son "carnavalizados" en mayor o menos grado. La risa se introduce también en los misterios; las diabluras-misterios, por ejemplo, poseen un carácter carnavalesco muy marcado. Las gangarillas son también un género extremadamente "carnavalizado" de fines de la Edad Media.

Los goliardos y su poesía (XI-XIII), en sus cantos, alaban el vino, la taberna, el juego, el amor, las mujer, el erotismo anárquico como quid de la vida. Ellos son parte de la naciente Universidad de profesores y escolásticos y conocen bien la cultura de clérigos, monjes, caballeros y campesines y las ponen patas arriba en sus parodias y poesía. La cultura oficial hace que desaparezcan del panorama cultural en 1300. Esos textos fueron descubiertos en 1803 impresos más tarde cómo Carmina Burana. Uno de ellos, el himno universitario, es el canto a la vida y al goce Gaudeamos igutur o O Fortuna, disfrutar del presente (carpe diem de Horacio)

Carmina Cantabrigiensa s.XI (de Cambrige), Carmina Rivipulliensa (de Ripoll) s XII, invitan a la ética del placer y uso hedonista de las sentidos y la pasión erótica.

Los fabliaux -poesia satirica-son breves poemas narrativos (entre 300 y 400 versos) franceses de los siglos XII y XIV. Su contenido es erótico o humorístico y son de carácter popular. "Fabliau" (hablilla) es un cuento escrito con el propósito de provocar la risa; para conseguirlo se centra en ambientes y personajes reales y vulgares. Lo principal de los fabliaux es la broma, la diversión y el ingenio. Al reflejar los vicios de la sociedad, no se pretende dar una lección moral para el vicioso para que éste se corrija, sino que solamente se busca provocar la risa, burlarse, lograr un efecto cómico.

El Libro del Buen Amor del Arcipreste de Hita (1330-43) o El Decameron de Bocaccio (1349-51)recoge el mismo espíritu festivo y de burla del carnaval.

VOCABULARIO POPULAR

Durante el carnaval en las plazas públicas, la abolición provisoria de las diferencias y barreras jerárquicas entre las personas y la eliminación de ciertas reglas y tabúes vigentes en la vida cotidiana, creaban un tipo especial de comunicación a la vez ideal y real entre la gente, imposible de establecer en la vida ordinaria. Era un contacto familiar y sin restricciones.

El lenguaje familiar de la plaza pública se caracteriza por el uso frecuente de groserías, de expresiones y palabras injuriosas, a veces muy largas y complicadas. Desde el punto de vista gramatical y semántico, las groserías están normalmente aisladas en el contexto del lenguaje y consideradas como fórmulas fijas del mismo género del proverbio. Por lo tanto, puede afirmarse que las groserías son una clase verbal especial del lenguaje familiar.

Las groserías blasfematorias dirigidas a las divinidades eran ambivalentes: degradaban y mortificaban a la vez que regeneraban y renovaban. Y son precisamente estas blasfemias ambivalentes las que determinaron el carácter verbal típico de las groserías en la comunicación familiar carnavalesca. En efecto, durante el carnaval estas groserías cambiaban considerablemente de sentido, para convertirse en un fin en sí mismo y adquirir así universalidad y profundidad. Gracias a esta metamorfosis, las palabrotas contribuían a la creación de una atmósfera de libertad dentro de la vida secundaria carnavalesca.

Los juramentos inicialmente no tenían ninguna relación con la risa, pero al ser eliminados de las esferas del lenguaje oficial, pues infringían sus reglas verbales, no les quedó otro recurso que el de implantarse en la esfera libre del lenguaje familiar. Sumergidos en el ambiente del carnaval, adquirieron un valor cómico y se volvieron ambivalentes.
El lenguaje familiar se convirtió en cierto modo en receptáculo donde se acumularon las expresiones verbales prohibidas y eliminadas de la comunicación oficial. A pesar de su heterogeneidad originaria, estas palabras asimilaron la cosmovisión carnavalesca, modificaron sus antiguas funciones, adquirieron un tono cómico general, y se convirtieron, por así decirlo, en las chispas de la llama única del carnaval, llamada a renovar el mundo.

De aquí hemos heredado todos los refranes y dichos populares, a menudo escatológicos y humorísticos.

EL ASCETISMO MODERNO

Se trató de la separación ascética de la vida en sí misma: principio de negatividad y nihilismo que desembocó en la dominación destructiva del universo.
Esta ascesis implicó un renovado desprecio por la risa. En el siglo XVI este desprecio europeo se manifestó por la acentuación de la tradición canónica de Occidente desde Castilla a los Países Bajos. En 1535 Erasmo de Rotterdam (1469-1536), condenó la tradición religiosa popular medieval del Carnaval y el reformador suizo Oecolampadius la “risa pascual”: “Y lo más vergonzoso es que, siguiendo el deseo del pueblo, algunos provocan la risa de la gente en las fiestas pascuales con relatos de tal calibre, obviamente inventados y en su mayor parte obscenos, que ni siquiera en un convite un hombre honesto podría repetirlos sin avergonzarse.”(“Ecclestiastae”, Basilea 1535). En 1596, inspirado sobre todo en Aristóteles, el literato y médico de la Corte, el español Alonso López Pinciano, crítico tenaz de la cultura popular de su tiempo, señaló que “la risa está fundada en un no sé qué de torpe y feo, de lo cual hay en el mundo más que otra cosa alguna. Sea pues, el fundamento principal, que la risa tiene su asiento en fealdad y torpeza”. Según él, “las personas graves ríen poco, que el reírse mucho es de comunes”. López Pinciano distinguió,incluso entre sus lectores, las orejas “patricias y trágicas” de las “populares y cómicas"

Cuando las autoridades civiles y eclesiásticas lograron, por motivos morales o religiosos, en un proceso iniciado a finales de la Edad Media y que culminó el siglo XVII, terminar con los carnavales y fiestas de locos, misas bufas, clérigos vagos, matrimonios dobles o triples, y demás formas tradicionales de la vida cotidiana, la vida social comenzó a organizarse según la forma de una incipiente administración racional, un estado nacional, y unos saberes sistemáticos y disciplinados, es decir, comenzó lo que denominamos Edad Moderna y lo que hemos llamado Ilustración.

Mientras que la vida se había desarrollado un tanto desorganizadamente, y Europa todavía no daba muestras de poder y querer constituirse como un sistema, la literatura había pintado a pastores que citaban a Ovidio, a campesinas de cabellos de oro, a valientes caballeros que rivalizaban con los arcángeles, y suministraba una galería de archiduques del comportamiento que por lo menos marcaban la pauta y señalaban los cánones de la existencia humana.

Pero cuando los locos desaparecieron de la vida cotidiana entonces empezaron a emerger en la literatura. En primer lugar de la mano de Erasmo de Rotterdam, y en segundo lugar de la de Miguel de Cervantes con el Quijote y en la de Mateo Alemán con su Guzmán de Alfarache.

En el siglo XVI español se institucionalizaron determinados espacios culturales donde podía tener cabida este mundo cómico popular. Con todo, esas instancias, como el teatro breve de los llamados entremeses, fueron, al fin, conservadores, pues dejaban en último término intocadas a las élites del poder, y la mayoría de las veces tenían un propósito moralizante.

Estas élites debieron ser, en definitiva, patricias y trágicas. Ese era el modelo ascético de la cultura moderna temprana ¿Dónde podía reinar a sus anchas el humor y la risa? En el mundo bajo del pueblo, o en el mundo de los niños y de los amantes, como expresó el teólogo jesuita Francisco Suárez.

En el siglo XVII, y con la Contrarreforma, asistimos al decline del bufón de corte y una desintegración de las formas populares del humor (1550-1650),lo que Bajtín denominina "declive de la risa popular", como consecuenca de lo Norbert Elias define como "proceso civilizador", más concretamente "una contención social en favor de la autocontemplación", no sólo como movimiento clerical sino debido a un cambio generalizado de actitudes (aunque igualemnte en las capas más altas de la sociedad) hacia una retirada de la cultura popular en las artes, escrito en términos de un cada vez mayor autocontrol.

Los intelectuales europeos se tornaron aun más desconfiados y recelosos de la risa. Esa fue la posición del famoso obispo y consejero del rey Luis XIV en Francia Jacobo Bossuet (1627-1704. El racionalista religioso holandés Baruch Spinoza (1632-1677) afirmó que el camino de la verdad pasaba por la liberación de la pena y de la alegría. Su lema era ni llorar ni reír, sino sólo aprender. Según Thomas Hobbes (1588-1679), siguiendo a Aristóteles, la risa estaba asociada a los débiles e incapaces que necesitan reírse de los defectos ajenos, “aquellos que tienen conciencia de lo exiguo de su propia capacidad”. No es algo propio de los hombres grandes que se comparan sólo con los más capaces (“Leviathan”, 1651). Finalmente, en España comenzó a abundar el mal humor o humor negro de autores como Francisco de Quevedo (1580-1645) o Baltasar Gracián (1601-1658), autor de “El Criticón” (1651-7). Estos expresaron su visión amarga, sombría y pesimista del mundo. “Al carnaval vitalista, rabelaisiano del pueblo, responde Quevedo con un anti-carnaval, con un carnaval de muerte.”

Con el siglo XVIII, como ha dicho Mijail Bajtin, la risa feliz se convirtió simplemente en algo despreciable y vil (“La cultura popular....”). Voltaire (1694-1778) concibió la risa como una negatividad radical, propia de la ascesis moderna. Se trató de la risa humillante con que se ataca al adversario: “La risa sarcástica, perfidum ridens, es diferente; es la alegría que nos causa la humillación de los demás. Perseguimos con risa burlona y maliciosa al que prometiéndonos maravillas, no hace más que tonterías;... Nuestro orgullo entonces se burla del orgullo necio de los demás.” (“Diccionario filosófico”, art. “Risa”, 1764). Por su parte, Kant (1724-1804), también asoció la risa con la negatividad y en nihilismo modernos: “La risa es una afección nacida de la transformación súbita de una espera en nada.” (“Kritik der Urteilskraft”).

El siglo XIX constituyó el momento culminante en la seriedad moderna. “La ciencia experimental y analítica, la filosofía, el utilitarismo y el reformismo políticos, el manchesterianismo, todas son actividades profundamente serias... Si alguna vez un siglo se ha tomado a sí mismo y a toda la existencia en serio, éste es el siglo XIX.” (J. Huizinga, “Homo ludens. El juego y la cultura”). En este contexto las manifestaciones del humor fueron especialmente deshumanizadas por los intelectuales de Europa. La risa fue comprendida sólo como una acción mecánica, irracional, animal. Herbert Spencer (1820-1903) vio en ella sólo una función aliviante de las tensiones fisiológicas (“The Phisiology of Laughter”, 1860). Charles Darwin (1809-1882) degradó la risa, en cualquiera de sus manifestaciones, a actos reflejos o animales, condicionados por el placer (“The Expression of the Emotions in Man and Animals”, 1872). Reproduciendo visiones características y arcaicas europeas, la risa y lo cómico se asoció a lo demoníaco o satánico, como lo planteó Charles Baudelaire (1821-1867) (“Curiosités esthétiques: De l´essence du rire...”, 1855). La risa es satánica y por eso es profundamente humana, está íntimamente ligada al accidente de una antigua caída, de una degradación física y moral, pues testifica, en efecto, el orgullo desmesurado del hombre, celebrando en un delirio de poder su voluntad de autoafirmación.

Durante el siglo XX se desencadenaron las inevitablemente trágicas consecuencias de la ascesis moderna de Occidente (guerras mundiales, estados totalitarios, devastación ecológica). Fueron los resultados nihilistas y autodestructivos de la ascesis de la razón iniciada en el siglo XVI, culminación de un paradigma que hundió sus raíces en la antigüedad clásica. Llama la atención que uno de los críticos más enconados de la ascesis moderna terminara, él mismo, reivindicando el carácter trágico de la vida. Miguel de Unamuno (1864-1936) vio la contradicción flagrante entre la razón y la vida humanas. Mas no quiso superarla, y a esa lucha desesperada la llamó el sentimiento trágico de la vida. Esta imagen del mundo reprodujo, en sus palabras, la visión del filósofo estoico y emperador Marco Aurelio, de San Agustín y Pascal, entre otros (“Del sentimiento trágico de la vida”,1912).Otra forma de degradación moderna de la risa fue entenderla como un mecanismo de la inteligencia o la razón pura, incompatible con la emoción, destinado a humillar y corregir. Así, en manos del filósofo, la risa encierra una “cierta dosis de amargura” (Henry Bergson, “La risa. Ensayo sobre la significación de lo cómico”, 1924).

En medio de la evolución señalada de la ascesis moderna clásica como separación nihilista y autodestructiva de la vida no faltaron posiciones críticas y contradictorias que reflejaron en mayor o menor medida la importancia y la vigencia del vitalismo de las culturas cómicas populares. Miguel de Cervantes (1547-1616) se inspiró en el espíritu de la no-seriedad (M. Kundera). Su obra relativizó el mundo inflexible, severo, de locura, del “Caballero de la triste figura” desde el horizonte carnavalesco popular de Sancho Panza. (F. Schürr, “Cervantes. Zum 400 Geburtstag des grossen Humoristen”,1947). Anthony Shaftesbury (1671-1713) reivindicó la relación estrecha entre buen humor y religión. Sólo el mal humor podía llevar al ateísmo (“Of the Force of Humour in Religion”, en “Characteristics of Men, Manners, Opinions, Times”, 1737-1738).


Información tomada de:
“La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento: El contexto de François Rabelais” Mijail Bajtin
La risa y el humor en la antigüedad” Javier Martín Camacho
“Universalidad y variabilidad cultural de la risa y el humor“ Eduardo Jaúregui
"Filosofía medieval" Gonzalo Soto Posada
“Humanismo y locura” Jacinto Choza
"Fronteras de lo cómico en Italia(1350-1750)" Peter Burke
“Risa y cultura en Chile” Maximiliano Salinas C.